Probablemente, escuchar acerca de la educación ambiental hoy en día es cada vez más común. Pareciera que en los últimos años se han incrementado las iniciativas de diversos grupos sociales por dar a conocer la necesidad de respetar el lugar en el que vivimos y de realizar acciones puntuales que logren dicha tarea. Este incremento de la preocupación por el entorno ha logrado que muchos tomemos conciencia de lo que le sucede al planeta y que asumamos una responsabilidad directa sobre los acontecimientos, la mayoría de los mismos nefastos, como puede ser la tala indiscriminada de árboles, la excesiva contaminación, el volver las calles basurales comunitarios, el maltrato a los animales, por nombrar algunos. |
El problema aquí, desde mi perspectiva como docente de aula en el nivel inicial y también de pre grado en la universidad, es que para más de uno, la situación descrita es completamente ajena a nosotros ya que se parte de premisas como “esto sucede, pero en lugares alejados de donde yo estoy” o “yo no contamino, allá los que lo hacen” entre otras similares. Además, si circunscribimos la problemática ambiental a la escuela, para muchos el tema del cuidado del entorno es totalmente externo al currículo, es decir, son acciones que se realizan en momentos puntuales del día, para cumplir las horas de Ciencia y Ambiente o porque son acciones “educativamente aceptadas” por poner un nombre a aquellas acciones que sabemos que debemos hacer, pero que realmente y con una mano en el corazón, preferiríamos evitar ya que nos quitan tiempo para realizar otras tareas que se consideran más importantes, como puede ser espacios de Matemática o de Comunicación.